jueves, 17 de diciembre de 2009

Una peculiar Tarjeta de Navidad



En esta foto navideña, podremos ver como esta Catia en esta temporada. Es una faceta de la Catia diaria: Basura acumuladaCarros estacionados en doble fila y en zona ilegalVenta de alimentos al lado de la basuraY una fragancia ambiental Rata Muerta Nº 5… Todo ello en los alrededores de su icono mas conocido, el historico mercado de Catia...
¡Necesitamos que Catia tenga autoridades que se concentren en ella! ¡CATIA MUNICIPIO!…

viernes, 14 de agosto de 2009

Historia de Catia, la cuna de Caracas

Aunque existe mucha polémica, bien podríamos decir que Caracas se gesto y nació en Catia

Ese espacio habitable, geográfico, social, económico y político, que da sentido de pertenencia al gentilicio que se hace llamar catiense, comienza a registrarse en la historia a partir del siglo XVI, cuando los españoles se dedican a la colonización de los valles de Aragua y Caracas, de la región montañosa y costera de Venezuela. Siendo un territorio dominado por las aguerridas etnias caribes, tuvo una conquista difícil y de larga data para los españoles, ya que los habitantes de estas tierras opusieron una tenaz, heroica y feroz resistencia.

Quizás por esa dificultad, esta conquista fue iniciada precisamente por un mestizo y bastardo, como Francisco Fajardo, quiera era hijo de un noble español y una india llamada Doña Isabel, nieta del cacique Charayma, del Valle de Maya, en territorio de los caracas. Con rasgos notablemente indios, y literalmente de sangre indígena noble, Fajardo supo utilizar muy bien sus raíces nativas, para negociar y entablar amistad con los nativos, quienes en muchos aspectos le ayudaron y facilitaron la tarea exploración y colonización.

Según se registra en las crónicas, en el mes de abril de 1555, Fajardo emprendió un viaje de exploración al continente, desde la isla de Margarita, de donde era natural. En su viaje estuvo acompañado por sus hermanos maternos, Alonso y Juan Carreño, y un séquito de veinte indígenas en dos piraguas. En tierra firme hizo amistad con los caciques: Nicoto, Sacana, Guaicamacuare, Catia, y Naiguatá, tío este último de su madre Doña Isabel.

En 1557 emprenderió otro viaje, esta vez acompañado por su madre, sus dos hermanos Carreños, Pedro Fernández, Martín de Jaén, Francisco de Cáceres, el portugués Cortez Richo, y cien indígenas guaiqueríes, vasallos de su padre. En el recorrido pasó por Puerto Píritu, donde reinaban sus amigos indígenas convertidos, Alonso Cayena y Juan Caballo. De allí se dirigió a un sitio denominado Panecillo, pero como no tenia autorización para conquistar ni poblar, por su condición de mestizo, se ve obligado a dejar en el sitio a su gente, y partió a la población del Tocuyo, a solicitarle al Gobernador Don Gutiérrez de la Peña, quien le otorgó la autoridad requerida.

Con autoridad y titulo para gobernar desde Maracapana hasta Borburata, regresó a principios de 1560, haciendo en Valencia las prevenciones para el mejor éxito de su empresa. Con la simpatía que le caracterizaba para ganar amistades, Fajardo logró el aprecio del cacique Terepaima, y con su apoyo siguió hacia el oeste de cabo Codera, donde se topó con la pequeña bahía de Catia de La Mar o fondeadero de Catia, donde llega la quebrada de Type.

Desde la bahía de Catia La Mar, por la quebrada de Type, Fajardo ascendió a la altiplanicie de Caracas, a las tierras del cacique Catia, y allí con la autorización de este monarca indígena, estableció un hato de ganado que bautizó “San Francisco”, en el sitio donde actualmente se ubica Nueva Caracas. Alrededor de este hato se forjará una convulsionada historia de escaramuzas bélicas entre colonos y nativos, que probablemente comenzó en 1560, con una batalla conocida como la de los toromainas, en la zona de Catia. La misma es reseñada por el cronista Oviedo y Baños en su obra de Historia, de la siguiente forma: “En 1560, Juan Rodríguez salió para el Collado, con sólo dos infantes, dejando a su gente, a cargo de D. Julián de Mendoza. No había pasado media hora cuando se dejó ver el cacique Paramaconi que con seiscientos flecheros bajaba por el abra de Catia, para el hato, dándose la Batalla de los Toromainas. Reconoció Paramaconi su perdición en el mortal estrago de sus tropas y tocando a recoger sus caracolas se retiró para el Rincón de Catia Monte Común o Rincón de Catia (Pro-Patria) su ejército vencido...”

Aunque Fajardo estableció su hato “San Francisco” con la venia del cacique Catia, dos años más tarde, preocupado por los excesos de los colonos a causa del descubrimiento y explotación de las minas de oro de los Teques, el cacique Catia rompe su amistad con Fajardo, y en un ataque sorpresa destruye el hato “San Francisco”. Posteriormente Catia, solicita a los caciques vecinos que formen una coalición de todas las naciones caribes de la región contra los españoles, y se ofrece para liderarla por ser el más exitoso y experimentado caudillo guerrero, pero los otros caciques prefirieron dar el mando al joven, impetuoso y carismático Guaicaipuro.

Con la destrucción del hato “San Francisco”, Fajardo solicitó refuerzos de tropas españolas experimentadas, y de este modo le enviaron a Don Diego de Lozada para acabar con la amenaza sobre la nueva colonia. En esa situación de guerra y con los colonos debilitados, Guaicaipuro no logró dar el golpe final y se entretuvo con pequeñas victorias sobre grupos dispersos. Catia advierte sobre la segura llegada de refuerzos españoles, solicita a Guaicaipuro que concentre todas las fuerzas, y aguarde su regreso con refuerzos contra el invasor. Mientras tanto, Fajardo también consiguió refuerzos indígenas, utilizando la enemistad de otras naciones indias contra los caribes, quienes eran despreciados por avasallar a las demás etnias y por el odioso lema “Anakarinarote”, que significa “solo los caribes son gente”.

El cacique Catia aunque diligente, se retrasó por tener que convencer a los aliados, y así los refuerzos de Fajardo llegaron primero. Ante tal situación, Guaicaipuro preocupado e impaciente emprendió el ataque con resultados desastrosos, y cuando finalmente llegaron Catia y sus refuerzos, ya era demasiado tarde. La batalla llamada Maracapana (Sitio de las Maracas), se realizó en una llanura cerca de la laguna de Catia, con galerías de palmeras y totumales, en las inmediaciones de lo que hoy es el Parque del Oeste y Plaza Sucre de la ciudad de Caracas.

Derrotado y desacreditado por el desastre militar, Guaicaipuro se retiró a la zona de los Teques donde posteriormente fue rodeado en su choza por las tropas de Lozada y sus aliados indígenas. Según cuentan algunos cronistas, ante esta situación Guaicaipuro, quien poseía una espada española (obtenida en una batalla anterior) decidió morir peleando. La desaparición del heroico cacique, tornó infructuosos los intentos de Catia (quien había promovido esta guerra) de rehacer la coalición indígena contra los españoles y por lo tanto se embarcó solo en una campaña de desgaste. Años más tarde, tranquilizado por el joven Baruta, hijo de Guaicaipuro, quien había iniciado una nueva etapa de buenas relaciones con los colonos españoles, se retiró a sus tierras, viejo y agotado, pero orgulloso de su resistencia. Allí en algún lugar entre Propatria y Catia La Mar, murió el bravo cacique Catia, disfrutando seguramente los aires de su tierra libre.

Sobre el hato “San Francisco” también hay que decir que algunos cronistas consideran su establecimiento como la verdadera fundación de la ciudad de Caracas, pues sólo fue dos años mas tarde, sobre las ruinas de esta propiedad de Francisco Fajardo, que Don Diego de Lozada instaló el caserío “Santiago de León” que se convirtió en la ciudad de Caracas. Basado en esto, aunque existe mucha polémica, bien podríamos decir que Caracas se gestó y nació en Catia. Por otro lado, condicionada por la hostilidad de la región de Catia, la ciudad crecería inicialmente hacia el este, hacia las tierra de Baruta, dejando el oeste como área para de transito al litoral.

En relación a la región de Catia, Alejandro Von Humboldt, en su obra “Viaje a la Zonas Equinocciales del Nuevo Continente”, nos relata: “El viento de Catia o viento del oeste, sube por la bahía de Catia, a lo largo del zanjón de de Type, rebota en las montañas de Aguas Negras (el Junquito), haciendo muy fresco este paraje de Catia. Este aire es mas puro que el viento de Petare”. Ya desde aquellos días, era notable la fuerte entrada de viento que es característica de la región, la misma que en estos días ocasiona que muchos catienses llamen al corredor del bulevar de Catia como el ventilador de Catia. Y más importante aun, ya eran evidentes otros vientos, que también son característicos de la Catia, los vientos de rebeldía e irreverencia de sus pobladores.

En definitiva, aunque la realidad se transforme en mito o leyenda, y los hombres terminen siendo más grandes o pequeños de lo que realmente fueron, Catia, Guaicaipuro, Paramaconi, Terepaima, Baruta, Fajardo, Lozada, todos ellos son nombres de grandes personajes que forjaron los inicios de una tierra llena de historias personales y colectivas, perdidas en el tiempo…
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Escrito por Saverio Vivas,
Basado en escritos de Becerra Nelson y otros investigadores independientes.